lunes, 27 de agosto de 2012

El destino del hombre contemporáneo

BERDIAEF: UN PROFETA RUSO DEL SIGLO XX

Después de la Biblia, “El destino del hombre contemporáneo”, del escritor ruso Nicolai Berdiaef, es uno de los libros que más ha influido en mi pensamiento; lo leí por primera vez cuando tenía como dieciocho años. En ese entonces estaba en mi “primer amor” en la fe cristiana, pero al mismo tiempo tenía muchas preguntas acerca de la religión. Había leído y escuchado muchos argumentos en contra del cristianismo, y los que más me perturbaban eran aquellos que lo acusaban de no tener nada que ofrecer para la transformación social del mundo, aquellos que criticaban el mensaje evangélico por poner su énfasis en el cielo y no en la tierra. Esa crítica religiosa me inquietaba y me molestaba, porque desde muy joven me sentí identificado con las causas sociales, anhelaba, como muchos jóvenes de mi generación, la justicia y la paz en el mundo; pero cuando abracé de lleno el cristianismo no sabía exactamente cómo armonizar ambas cosas: lo espiritual y lo social, y fue entonces cuando Dios puso en mi camino a Berdiaef, autor al cual desde entonces he amado y admirado.

El libro estaba afuera de un templo evangélico que visité, en una mesa de libritos religiosos, no me explico cómo fue a parar ahí, porque para empezar no es de un autor protestante, sino de la iglesia ortodoxa rusa; y para continuar, no es un libro devocional ni de doctrina cristiana, sino una obra de filosofía existencial, pero eso sí, muy desde la perspectiva cristiana. El caso es que me llevé el librito a casa y su lectura me llenó, me apasionó, y lo que es mejor, satisfizo las preguntas de mi mente. Nunca había leído algo igual, cada palabra que expresaba Nicolai Berdiaef me atrapaba y deleitaba, era como si me encontrara ante un poder espiritual muy fuerte que poco a poco, y con gran sutileza, me seducía. Hoy entiendo que esa experiencia se debía, lo cual no asimilé sino hasta tiempo después cuando adquirí otras obras del mismo autor, a que estaba ante un profeta verdadero, un profeta del siglo XX.

Nicolás Berdiaef (o 
Berdyaev, o Berdiaev) nació en 1874, en Kiev, y murió en 1948, en París. Fue un gran filósofo que luchó junto con los comunistas en la revolución rusa de 1917. Poco después fue profesor en la universidad de Moscú, pero en 1922 fue expulsado de Rusia por enseñar filosofía cristiana; y fue precisamente en el exilio donde desarrolló el resto de su obra, convirtiéndose así en uno de los padres del “existencialismo cristiano”.

Su libro “El destino del hombre contemporáneo” fue escrito en 1934, poco antes de la segunda guerra mundial, y desde su primera página deja escuchar la voz de un profeta, dice: «Experimento con más intensidad que nunca la sensación de que, para el mundo, se avecina una era tenebrosa y oscura, semejante a la que hubo al comienzo de la formación de la Edad Media… Pero a través de la noche alumbran las estrellas y renace la luz» (Edición Pomaire, 1967, p. 9).

En planteamiento del libro es una crítica a todos los sistemas humanos, incluido el cristianismo institucionalizado, y la propuesta de una espiritualidad nueva, basada en un cristianismo humanista y transformador. Su primera crítica va contra la historia, la cual se ocupa del hombre colectivo y no del ser individual, porque Berdiaev está, ante todo, en defensa del valor del alma humana; él dice: «El hombre ha sido aplastado por la historia; siempre ha sido aplastado por ella. La historia ha sido el destino del hombre, pero el destino del hombre nunca ha interesado a la historia» (p. 11). Y un poco más adelante expresa: «Para el cristianismo, un alma humana en cierto sentido significa más y vale más que toda la historia con sus imperios, guerras, florecimiento de civilizaciones y revoluciones» (p. 14).

Berdiaev enseguida pasa a criticar la más grande de las perversiones humanas: la guerra; crítica que me parece una de las más profundas y reveladoras que se han hecho. El profeta-filósofo dice: «La guerra mundial y los procesos revolucionarios subsiguientes han tenido… un significado metafísico en el destino del hombre. Los cimientos mismos de la existencia humana han sido removidos. La guerra mundial ha liberado toda la maldad, toda la rabia y el odio acumulados durante la existencia del hombre; ha objetivado la maldad que antes permanecía escondida, disimulada en lo subjetivo, sin aparecer en lo objetivo. La guerra ha mostrado la mentira de nuestra civilización» (p. 15).

Y conste que Berdiaev se refería aquí a la primera guerra mundial, porque aún no había sacado su cabeza a flote el monstruo de la segunda hecatombe. Luego, el filósofo cristiano expresa algo aún más revelador sobre los daños de la guerra, dice: «Incluso después de la guerra el hombre permanece movilizado, sigue cumpliendo el servicio militar; ha sido dado vuelta de adentro hacia afuera y arrojado a la sociedad, al Estado, a la nacionalidad, a la clase; es parte del mundo objetivado. Ha perdido el derecho de permanecer dentro de él mismo, en su existencia interior, y el de enjuiciar desde dentro de sí mismo su posición ante el mundo y los hombres. Lo más sorprendente es que el hombre de las generaciones de postguerra ha encontrado gusto en ello; no se siente violado, al contrario, él mismo está deseando violar. La guerra ha formado violadores» (pp. 15-16).

El resto del discurso de Berdiaef sigue en esta tónica, en la cual subyace el pensamiento de que «El hombre es el enemigo del hombre» (p. 17); lo cual es una reverberación del “homo homini lupus”, de Plauto, y después de Hobbes. Así ningún sistema social escapa del ojo crítico de Berdiaev, ni se libra de sus sentencias, ante su juicio desfilan:

* Humanismo
* Capitalismo
* Democracia
* Comunismo
* Fascismo
* Técnica
* Paro obrero
* Nacionalismo
* Racismo
* Estatismo
* Cesarismo
* Cristianismo inhumano

A todos esos “ismos”, Berdiaev les dedica varias páginas, en las que arremete sin piedad contra ellos. Emulando al Elías bíblico, combate contra los falsos profetas de la sociedad, a los cuales no sólo exhibe como tales, sino que degolla intelectualmente para que no sigan engañando más. Sin embargo, hacia el final de su discurso, el profeta-filósofo explica la razón de su cruzada iconoclasta, dice: «la caída de muchas divinidades históricas puede significar que el hombre se acerca a la auténtica divinidad, la divinidad entre las divinidades, o sea, se acerca a Dios mismo» (p. 135).

Sus párrafos finales no pueden ser más esclarecedores sobre su ideal de cristianismo auténtico, como un nuevo profeta expresa: «En el mundo hay que descubrir una nueva espiritualidad cristiana; de ella dependerá el destino del mundo y del hombre. Esta espiritualidad no puede ser abstracta, no puede ser una huida del mundo y del hombre; significará el trabajo del espíritu en ambos y sobre ambos» (p. 144).

Y en este cierre Berdiaev lanza una declaración apoteósica para ser escuchada principalmente por los cristianos, dice: «En la espiritualidad antigua el amor hacia Dios era a menudo el desamor hacia el hombre, el repudio al hombre y la maldición al mundo. La espiritualidad nueva solamente puede traer la salvación, en la que el amor a Dios será al mismo tiempo amor hacia los hombres, en la que la liberación del dominio de las fuerzas del mundo será también amor a toda la creación de Dios y donde la vida espiritual del hombre no sólo servirá para cumplir la tarea de la expiación, sino también para realizar un trabajo creador en el mundo» (p. 145).

Y para que nadie interprete mal sus palabras, pensando que esta filosofía es mero humanismo disfrazado de cristianismo, Berdiaev agrega: «Para el cristianismo este proceso de humanización no es exclusivamente humano, sino que es un proceso divino-humano. El hombre puede ser redimido exclusivamente a través del humanismo-divino, en Cristo y en el cuerpo de Cristo… Un nuevo día nace para el cristianismo en el mundo» (p. 146).

Al leer a Berdiaev no me queda duda de que aún hay profetas hoy, y alabo a Dios porque también a través de ellos habla a esta nueva generación.



EL DESTINO DEL HOMBRE CONTEMPORÁNEO
Nicolai Berdiaef
España: Editorial Pomaire, 1967
147 págs.

No hay comentarios:

Publicar un comentario