jueves, 1 de noviembre de 2018

“La evolución de un dios”

Reseña del libro: El Dios invicto, de Franz Altheim


Obra interesante, académica, aunque sucinta, que indaga en el culto a Helios, el dios solar, rastreando sus orígenes en la región de Siria; y luego, observando con detenimiento su comportamiento al incorporarse a la religión romana, como el Sol Invictus, para atestiguar, finalmente, su fusión y entronización en el cristianismo constantiniano. De paso, el autor examina la relación de tal deidad con otras similares, así como su presencia en las doctrinas religiosas coetáneas; dedica, asimismo, capítulos especiales a las aportaciones que la novela, la filosofía y la política romanas hicieron al reforzamiento de este culto.

Llama especialmente la atención que en los orígenes del culto solar, nos encontramos con el dios “El”, adorado en toda la región siria y árabe, que en sus diferentes ramificaciones daría lugar a diversas divinidades como el “El” hebreo, el “Alá” árabe y el “Helios” greco-romano. Por cierto, un dato muy valioso que el autor ofrece, a la luz del descubrimiento arqueológico en Hatra, es que antes del surgimiento del Islam, en Mesopotamia se adoraba a una diosa de nombre “Allath”, y a su compañero “Allah” (pp. 34-35, 149).

Esta obra, pues, se antoja como una serie de fotogramas, en la cual vemos la evolución de una deidad antigua y regional, siguiendo varios ramales, para alcanzar por último carta de universalidad.

Ficha bibliográfica:

Franz Altheim.
El Dios invicto: Paganismo y cristianismo.
Bueno Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1966.
167 págs.
Título original: Der unbesiegte Gott: Heindentum und Christentum.
1a. edición en alemán: 1957.

viernes, 5 de octubre de 2018

La "guerra de nervios" antes del gran conflicto bélico



Reseña del libro: Al borde del abismo, de Richard Overy


    Interesantísima obra sobre los días anteriores al inicio de la segunda guerra mundial, explicando las causas del conflicto y describiendo la “guerra de nervios” que atrapó a todos los involucrados. Es un libro de historia, pero mantiene un buen ritmo de suspenso, como en las mejores novelas; su autor narra en cuenta regresiva las decisiones de los potentados, quienes en esos momentos no imaginaban el pandemónium que desatarían; y de tal manera toca nuestra sensibilidad, que logra conmovernos y casi sentir el deseo de gritarles a aquellos políticos: ¡Deténgase!

    Este documento, breve pero sustancioso, incluye también declaraciones anecdóticas de los protagonistas, como la del primer ministro inglés Neville Chamberlain, quien describió a Hitler diciendo: «es el diablo más negro que he conocido» (p. 27); o la del parlamentario socialista, John McGovern, quien en la Cámara se opuso a que Inglaterra declarara la guerra a Alemania, diciendo: «No creo que pueda presentarse como una acción idealista. No considero que se haga por la libertad, la justicia y los derechos humanos. La considero una lucha materialista, cruel, desalmada y demoledora para beneficio humano» (p. 108). En fin, un libro indispensable para todos los interesados en aquel conflicto bélico.

Ficha bibliográfica:

Richard Overy.
1939 Al borde del abismo: Diez días que condujeron a la segunda guerra mundial
México: Tusquets, 2010.
161 págs.
Título original: 1939. Countdown to War.
1ª edición en inglés: 2009.

lunes, 11 de agosto de 2014

Simone Weil: filósofa, cristiana y revolucionaria

Simone Weil fue una gran filósofa cristiana, nació en París en 1909 y murió en Inglaterra en 1943, con apenas treinta y cuatro años de edad. Fue una pensadora revolucionaria y sumamente solidaria con los pobres, quien para conocer de primera mano el sufrimiento de éstos, renunció a su cátedra universitaria y trabajó en varias fábricas como obrera, experiencia que minó su salud, ya de por sí frágil. Años después, se enroló en la resistencia española contra el gobierno del general Franco.

En cuanto a su experiencia religiosa, Simone provenía de una familia judía, pero se convirtió al catolicismo, aunque nunca quiso bautizarse, pues consideraba que esto la separaría del mundo, y ella quería servir a Dios entre los no creyentes, conviviendo con ellos y amándolos como son. A un sacerdote que la exhortaba a recibir las aguas del bautismo, le escribió:

“Cuando me represento de manera concreta y como algo que podría estar próximo el acto por el que entraría en la Iglesia, ningún pensamiento me causa más pena que el de separarme de la inmensa y desdichada masa de los no creyentes. Porque deseo conocerlos para amarlos tal y como son, tengo la necesidad esencial y, creo poder decirlo, la vocación de pasar entre los hombres y los distintos medios humanos confundiéndome con ellos, tomando el mismo color, al menos en la medida en que la conciencia no se opone a ello, y con el fin de que se muestren tal y como son, sin encubrirse para mí. Porque si no los amo así, no es a ellos a quienes amo y mi amor no es verdadero”.[1]

Y ante la idea de servir a Dios vistiendo un hábito religioso, Simone Weil exclama: “Creo que en ningún caso entraré en una orden religiosa para que no me separe un hábito del común de los hombres”.[2]

Qué hermosa manera de vivir la fe cristiana, no separándose del mundo, sino permaneciendo en él para amar a los hombres que viven en él. Simone Weil es un respuesta práctica a la plegaria de Jesucristo cuando, orando por sus discípulos, dijo al Padre: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”.[3]

Seres como Jesucristo, como los apóstoles, como Simone Weil, no son del mundo, porque no piensan como la gente del mundo; pero permanecen en él, porque el mundo los necesita y ellos aman grandemente al mundo.







[1] Conspiratio 03 (México, enero-febrero 2010, año 1), p. 28.
[2] Ibidem.
[3] Evangelio de San Juan 17:15-16.

jueves, 10 de julio de 2014

Oración por Marilyn Monroe

ORACIÓN POR MARILYN MONROE

(Poema de Ernesto Cardenal)


Señor
recibe a esta muchacha
conocida en toda la tierra con el nombre de
Marilyn Monroe
aunque ése no era
su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero
nombre,
el de la huerfanita
violada a los nueve años
y la empleadita de tienda
que a los dieciséis
se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti
sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos
y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta
frente a la noche espacial.

Ella soñó cuando niña
que estaba desnuda en una iglesia
(según cuenta el TIME)
ante una multitud postrada,
con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas
para no pisar las cabezas.

Tú conoces nuestros sueños
mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva,
son la seguridad
del seno materno
pero también
algo más que eso…

Las cabezas son los admiradores,
es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad
bajo el chorro de luz).
Pero el templo
no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo
—de mármol y oro—
es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre
con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes
de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración
una cueva de ladrones.

Señor
en este mundo
contaminado de pecados
y de radiactividad
Tú no culparás
tan sólo a una
empleadita de tienda.
Que como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su sueño
fue realidad
(pero como la realidad del
technicolor).

Ella no hizo sino actuar según el script
que le dimos.
—El de nuestras propias vidas—.
Y era un script absurdo.

Perdónala, Señor, y
perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción
en la que todos hemos trabajado.

Ella tenía hambre
de amor
y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza
de no ser santos
se le recomendó el psicoanálisis.

Recuerda Señor
su creciente pavor
a la cámara
y el odio al maquillaje
—insistiendo en maquillarse
en cada escena—
y cómo se fue haciendo
mayor el horror
y mayor la impuntualidad
a los estudios.

Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño
que un psiquiatra
interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso
con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y apagan los reflectores!
y desmontan
las dos paredes del aposento
(era un set cinematográfico)
mientras el director
se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.

O como un viaje en yate,
un beso en Singapur,
un baile en Río,
la recepción en la mansión del
Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita
del apartamento miserable.

La película terminó
sin el beso final.
La hallaron muerta
en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron
a quién iba a llamar.

Fue como alguien que ha marcado
el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco
que le dice:
Wrong Number.

O como alguien
que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono
desconectado.

Señor
quienquiera que haya sido el que ella
iba a llamar y no llamó
(y tal vez no era nadie
o era Alguien
cuyo número no está en el Directorio
de los Ángeles)
¡Contesta Tú al teléfono!



Ernesto Cardenal; Oración por Marilyn Monroe (Managua: Editorial Nueva Nicaragua y Ediciones Monimbó, 1985). Con análisis crítico de Dorothee Solle.

sábado, 12 de abril de 2014

Creo en un Dios Liberador


Creo y vivo en Dios Justo y Liberador,
    que creó el mundo y mi prójimo,

Y en Jesucristo de Nazareth, su único hijo,
    y mi único jefe.
Que nació de una mujer como mi madre,
    Padeció bajo el poder del opresor,
Fue despreciado, marginado y crucificado.
Descendió a los mecanismos de poder,
    dio el golpe de estado, tomó el mando
    y está actuando junto con Dios Justo,
    Liberador.
Y pronto juzgará, cuando todo explote,
a los ricos, pobres e indiferentes.

Creo en la Iglesia que vive en y por el mundo.
en la liberación de la alienación,
en la igualdad de los hombres,
en el Príncipe de la paz, y en la nueva
vida que se asoma.


(Anónimo, escrito por una estudiante de teología. Citado en Jesús: Ni vencido ni monarca celestial, Buenos Aires: Tierra Nueva, 1977)

viernes, 21 de marzo de 2014

Demasiado joven para vivir


(Carta a un joven con tendencia suicida)

¡No es justo!, te he escuchado decir
en las últimas semanas,
y creo que tienes razón: ¡nada es justo
entre ustedes los humanos!

Pues piensa en esto: mientras muchos jóvenes
se debaten entre la vida y la muerte
por enfermedades incurables,
y anhelan con todas sus fuerzas vivir;
tú que estás fuerte y sano
te has dado por vencido
porque “no te hacen caso”,
porque “no te comprenden”,
y te quieres morir.

Dices que ha habido jóvenes
que en otros tiempos y lugares
se han quitado la vida.
Y piensas en aquel valiente
soldado mexicano
que se tiró envuelto en una bandera
desde lo alto de un castillo;
o en los pilotos kamikaze
que no habían cumplido ni 20
y estrellaban sus aviones
contra las bases enemigas.
Pero no te confundas, que ellos en nada
se parecen a ti,
pues ellos murieron, no por su causa,
sino por su propio país.
¿Crees que a ti
se te recordará como héroe
cuando todos sepan que moriste
por una novia
que te hizo sufrir?

Tú dices que Romeo y Julieta
murieron por amor.
Nada más que Romero pensó
que Julieta estaba muerta
y por alcanzarla en el otro mundo
la vida se quitó;
luego Julieta, al despertar
vio a Romeo muerto,
y por alcanzarlo en la otra vida
también se suicidó.
Pero tú cuando te mueras
y llegues al otro mundo,
sabrás que ni Julieta ni Romeo
murieron por amor,
porque el cuento fue de Shakespeare
y él nunca se mató.

Bueno, ya no te entretengo,
sé que eres una persona
muy ocupada,
que nunca has tenido tiempo
ni siquiera para Dios;
después de todo, en tu mundo
no cabe nadie más que tú.
Seguro tendrás muchas cosas qué hacer,
dices que quieres hacer honor a las palabras
de tu cantante favorito cuando dijo:
“Vive rápido y muere joven,
así serás un cadáver guapo”.
Por mi parte te felicito
porque al fin habrás hecho algo
por los demás,
pues esa es una buena receta
de ¡sopa para gusarapos!

¡Vaya que estoy decepcionado
de ustedes los humanos!
Y me pregunto: ¿por qué
Dios no nos habrá puesto
a cuidar mejor gusanos?

Atentamente:
Tu ángel de la guardia.



(Ángel Sanabria Ibarra.

Publicado en la revista Prisma, 
vol. 29, No. 5, sept-oct 2001).

miércoles, 2 de octubre de 2013

Oración sobre la dignidad del hombre

Giovanni Pico de la Mirándola
Conde de la Concordia
(Extracto)

Cual sea esa condición, oíd Padres con oídos atentos, y poned toda vuestra humanidad en aceptar nuestra empresa. Ya el gran Arquitecto y Padre, Dios, había fabricado esta morada del mundo que vemos, templo augustísimo de la Divinidad, con arreglo a las leyes de su arcana sabiduría, embellecido la región superceleste con las inteligencias, animado los orbes etéreos con las almas inmortales, henchido las zonas excretorias y fétidas del mundo inferior con una caterva de animales y bichos de toda laña. Pero, concluido el trabajo, buscaba el Artífice alguien que apreciara el plan de tan grande obra, amara su hermosura, admirara su grandeza. Por ello, acabado ya todo (testigos Moisés y Timeo), pensó al fin crear al hombre. Pero ya no quedaba en los modelos ejemplares una nueva raza que forjar, ni en las arcas más tesoros como herencia que legar al nuevo hijo, ni en los escaños del orbe entero un sitial donde asentarse el contemplador del universo.  Ya  todo lleno, todo distribuido por sus órdenes sumos, medios e ínfimos. Cierto, no iba a fallar, por ya agotada, la potencia creadora del Padre en este último parto. No iba a fluctuar la sabiduría como privada de consejo en cosa así necesaria. No sufría el amor dadivoso que aquél que iba a ensalzar la divina generosidad en los demás, se viera obligado a condenarla en sí mismo.

Decretó al fin el supremo Artesano que ya que no podía darse nada propio, fuera  común lo que en propiedad a cada cual se había otorgado. Así pues, hizo del hombre la hechura de una forma indefinida, y, colocado en el centro del mundo, le habló de esta manera: «No te dimos ningún puesto fijo, ni una faz propia, ni un oficio peculiar, ¡oh Adán!, para que el puesto, la imagen y los empleos que desees para ti, esos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección. Para los demás una naturaleza contraída dentro de ciertas leyes que les hemos prescrito. Tú, no sometido a causes algunos angostos, te la definirás según tu arbitrio al que te entregué. Te coloqué en el centro del mundo, para que volvieras más cómodamente la vista a tu alrededor y miraras todo lo que hay en ese mundo. Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal, ni inmortal, para que tú mismo, como modelador y escultor de ti mismo, más a tu gusto y honra, te forjes la forma que prefieras para ti. Podrás degenerar a lo inferior, con los brutos; podrás realzarte a la par de las cosas divinas, por tu misma decisión.» ¡Oh sin par generosidad de Dios Padre, altísima y admirable dicha del hombre! Al que le fue dado tener lo que desea, ser lo que quisiere. Los brutos, nada más nacidos, ya traen consigo (como dice Lucilio) del vientre de su madre lo que han de poseer. Los espíritus superiores, desde el comienzo, o poco después, ya fueron lo que han de ser por eternidades sin término. Al hombre, en su nacimiento, le infundió el Padre toda suerte de semillas, gérmenes de todo género de vida. Lo que cada cual cultivare, aquello florecerá y dará su fruto dentro de él. Si lo vegetal, se hará planta; si lo sensual, se embrutecerá; si lo racional, se convertirá en un viviente celestial; si lo intelectual, en un ángel y en un hijo de Dios. Y, si no satisfecho con ninguna clase de criaturas, se recogiere en el centro de su unidad, hecho un espíritu con Dios, introducido en la misteriosa soledad del Padre, el que fue colocado sobre todas las cosas, las aventajará a todas.

(Pico de la Mirandola. De la dignidad del Hombre. Edición y traducción: Luis Martínez Gómez. Madrid, Editora Nacional, 1984; pp. 104-106)